EL RÍO DE LA MIEL
«Detente junto al río de la miel y pregunta por una noche,
que pasé allí hasta el alba.
A despecho de los censores,
bebiendo el delicioso vino
de la boca o cortando la rosa del pudor.
Nos abrazamos como se abrazan
las ramas encima del arroyo.
Había copas de vino fresco y nos
servía de copero el aquilón.
Las flores, sin fuego ni pebetero,
nos brindaban el aroma del áloe.
Los reflejos de las candelas eran como
puntas de lanza sobre la loriga del río.
Así pasamos la noche hasta que nos
hizo separarnos el frío de las joyas.
Y nada excitó más mi melancolía que el canto del ruiseñor».
Ibn Abi Ruh
INGREDIENTES
Un pollo grande y troceado
175 gramos de miel clara
150 ml. de zumo de lima o limón
Aceite de oliva virgen extra
Una cucharadita de sésamo o ajonjolí,
Dátiles sin hueso para guarnición
Uvas pasas para la guarnición.
Orejones
(Albaricoques desecados)
Pimienta negra molida
Una pizca de jengibre
Sal fina
ELABORACIÓN
Mezclamos bien la miel, el zumo de lima o limón, la sal, la pimienta negra, los dátiles, las uvas pasas, los orejones y el jengibre.
Calentamos el aceite en una sartén pequeña y tostamos las semillas de sésamo y vertemos sobre la mezcla preparada; tanto las semillas como el aceite.
Para esta receta prefiero quitar la piel al pollo, así que una vez troceado y sin piel le hacemos varias incisiones o cortes a los trozos de mayor tamaño.
Maceramos los trozos de pollo en la mezcla preparada al menos cuatro horas antes de su elaboración.
Ahora precalentamos el horno a 180º.
Introducimos el pollo en una fuente pequeña junto a la mezcla de miel con todos los ingredientes.
Constantemente le vamos dando vueltas a los trozos para que se doren bien.
Con unos 45 minutos puede bastar; si la carne del pollo se deshace bien del hueso, será la señal de que está en su punto.
OBSERVACIONES
Le va bien los pistachos, los piñones, el membrillo, los higos y las granadas.
Cualquier coñac o vino generoso le potenciará el sabor.
Las aves y especialmente el pollo, significó el pilar de la Cocina Andalusí, ya que, al estar disponible durante todo el año, ofrecía un alimento variado y siempre disponible en la vida cotidiana; eran presentados en frituras, asados en horno de leña, en empanadas, hojaldres, tortitas y junto a frutos secos o en salsa.
La mayor parte de las recetas buscaban acercarse al sabor agridulce que se complementaba con especias y frutas.
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