miércoles, 9 de diciembre de 2020

Homenaje a Bécquer - Sopa de Parida del Moncayo


Las diez de la noche acababan de sonar en el antiguo reloj de pared, único resto del mobiliario de los frailes, y solamente se oían, con breves intervalos de silencio profundo, esos ruidos apenas perceptibles y propios de un edificio deshabitado e inmenso, que produce el aíre que gime, los techos que crujen, las puertas que rechinan y los animaluchos de toda calaña que vagan a su placer por los sótanos, las bóvedas y galerías del monasterio...

Cartas desde mi celda, VIII



Dibujo de Valeriano Bécquer


Comenzamos con la primera parada de nuestro viaje, nos vamos lo más lejos posible del mapa y partiendo siempre desde Sevilla, para ir bajando a la vez que recorriendo los lugares que marcaron de manera significativa la vida del poeta. 

Toca hoy el Moncayo, y el Monasterio de Veruela, punto álgido donde llegó nuestro querido Gustavo Adolfo Bécquer, allá por diciembre de 1863 y acompañado de su hermano Valeriano. Motivado por la recuperación de la enfermedad que padecía. 

«Heme aquí transportado de la noche a la mañana a mi escondido valle de Veruela».

Allí nos regalaría sus ocho cartas, la novena fue escrita en Madrid. Composiciones donde reproduciría de manera magistral las impresiones que le suscitaría el entorno. Sus descripciones, costumbres, personajes y  leyendas; en especial aquellas destinadas a la superstición y brujería.

Siendo de resaltar, la cercanía que me ha producido la lectura de sus cartas, con las imágenes del admirado Francisco de Goya y sus pinturas negras. Siendo imposible, separar la metáfora que ambas conllevan, por lo menos para este que escribe. 

Espero os guste este trabajo, motivado por el recuerdo de mi padre que adoraba al poeta. Esperando que continúe persistiendo el espíritu del hombre libre, rastreador de amores y errante de caminos. Unida a esa pasión que tan solo es capaz de trasmitir quien comparece, llegando desde el sur.


Allí, en medio de algunas espigas cuya simiente acaso trajo el aire de las eras cercanas, se columpian las amapolas con sus cuatro hojas purpúreas y descompuestas; las margaritas blancas y menudas, cuyos pétalos arrancan uno a uno los amantes, asemejan copos de nieve que el calor no ha podido derretir, contrastando con los dragoncillos corales y esas estrellas de cinco puntas, amarillas e inodoras, que se llaman de los muertos, las cuales salpicadas en los camposantos entre las ortigas, las rosas de los espinos, los cardos silvestres y las alcachoferas puntiagudas y frondosas.

Carta desde mi celda, III


Vamos con la tradición y las sopas destinadas a la recuperación de convalecientes, que han sido una constante en la gastronomía de todos los tiempos. 

En España podemos encontrarnos nombres como; Caldito de Enfermo, Caldito Tierno, nuestro popular Emblanco de Pescado, Caldo para Resucitar, Caldo para Preñadas o la hoy tan popular y mal sonada Dieta líquida. 

Hoy, nos quedamos con esta Sopa de Parida o recién Parida, llámese según el lugar. Imaginando a nuestro querido poeta en su celda, arropado y llevándose a los labios este elixir humeante, capaz de devolver la vida.


INGREDIENTES


El Caldo


Gallina (Carcaza o media gallina)

Un hueso de jamón

Un hueso de ternera

Un hueso de rodilla

Un trozo de morcillo de vaca

Un par de ramas de apio

Un puerro o media cebolla

Una zanahoria

Unos 50 gramos de garbanzos


Guarnición, para añadir al caldo


Unos 100 gramos de jamón muy picaditos 

Seis unidades de higadito de pollo 
(aproximadamente) 

 Arroz , unos 100 gramos
(aproximadamente)

Uno o dos huevos cocidos y picados. 

Un chorreón de vino, 
preferiblemente Oloroso, de Montilla o de Jerez

Aceite de oliva 

Unas hojas de cilandro

Sal al gusto



Cuando sopla el cierzo, cae la nieve, o azota la lluvia los vidrios del balcón de mi celda, corro a buscar claridad rojiza y alegre llama, y allí, teniendo a mis pies el perro, que se enrosca junto a la lumbre, viendo brillar en el fondo oscuro de la cocina las mil chispas de oro con que se abrillantan las cacerolas y los trastos de las espeteras al reflejo del fuego, ¡cuántas veces he interrumpido la lectura de una escena de La tempestad de Shakespeare, o del Caín de Byron, para oír el ruido del agua que hierve a borbotones coronándose de espuma, y levantando sus penachos de vapor azul y ligero la tapadera de metal que golpea los bordes de la vasija!

Cartas desde mi celda I



Monasterio de Veruela, 
dibujo de Valeriano Bécquer

ELABORACIÓN


Una vez lavados los ingredientes, los colocamos en el interior de la olla, a tener en cuenta que si nos hemos decantado por utilizar garbanzos, tenemos que haberlos dejado en remojo la noche anterior.

En principio, comenzamos con mucho fuego para cuando rompa a hervir,  dejar  que borbotee  lentamente durante, al menos, una hora. 

Constantemente espumaremos el caldo (esta es la clave para que resulte transparente).

Colamos y apartamos.

Cortamos el jamón en daditos. Lavamos los higaditos y secamos con papel absorbente

Calentamos el aceite en una sarten y freímos el jamón junto a los higaditos, hasta que estos se doren.

A continuación, agregamos esta picada al caldo y volvemos a cocer, a fuego lento, durante 30 minutos. 

Incorporarnos el arroz, rectificamos de sal, si fuera necesario y dejamos hasta que el arroz esté en su punto.

Por último, verter la sopa en una sopera, añadimos el chorreón de vino oloroso y mezclamos con el cucharón. 

Agregamos el huevo cocido picado, las hojas de cilandro y servimos inmediatamente.




Dada la señal de combate, el fuego se hizo general en toda la línea, y unos de la fiambrera de hojalata, otros de un canastillo o del número de un periódico, cada cual sacó su indispensable tortilla de huevos con variedad de tropezones. Primero la botella y cuando esta se hubo apurado, una bota de media azumbre del seminarista, comenzaron la a la ronda por el coche.

Cartas desde mi celda I


Monasterio de Veruela,
dibujo de Valeriano Bécquer


OBSERVACIONES


Tenemos mucho que contar, lo primero sería el caldo. 

Lo fundamental es la cocción y limpieza del mismo. A fuego lento y rítmico, id espumando constantemente, y si lo consideráis oportuno colar por cedazo para que vaya lo más limpio posible. Los huesos le otorgarán un color cercano al dorado.  

A fin de cuentas lo que estamos preparando es un consomé.

Disponemos de la opción de los higaditos, si lo queremos incorporar al producto final o desecharlos una vez haya dejado su sabor en la sopa, para ello habremos de volver a colar el caldo.

El arroz, también podríamos considerarlo opcional y unos picatostes tampoco le vendrían, pero que nada mal. 

Sobre el vino, recurriremos al sur para no arriesgar; un Oloroso, Jerez o Manzanilla de Sanlúcar le va que ni de perlas.

Sobre los huesos de ternera, he descrito los más codiciados en el mercado, aunque la elección es vuestra. No es económica la receta, ni mucho menos. Pero eso sí, digna de ofrecerla al poeta. 

He intentado reproducir la receta lo más humilde posible, con esa la particularidad de presentarla en tazón, dejándome seducir por ese aroma y color inconfundible que nos ofrenda un buen consomé.


5 comentarios:

  1. Una entrada que seduce, Ricaerdo. Me trae recuerdos de mi infancia, cocina de hogar...me gusta la cocina, el aroma de lo que se hacía en la lummbre inundaba toda la casa, este es un puchero miy parecedo al de mi abuela y yo manrengo nuestras cocina tradicional, la de antaño,
    Gracias por lo que nos aportas, muy cuidada y completa en los detalles, un gesto tan hermoso como arduo y minucioso, enhorabuena.

    Un abrazo.

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    1. Gracias, Mari Carmen. Sabes que estamos hechos de la misma madera. Lo autentico seduce, siempre.

      Besos, Ricardo.

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  2. ¡Hola Ricardo! Pues qué te digo. Menudo post. Me has dejado extasiada con esa sopa, por supuesto que sí. Pero es que además, has recreado la ambientación perfecta. Me he sentido tomando esa sopa junto a Becquer.
    Las fotografías son una maravilla, y la receta, capaz de reanimar a cualquiera. ¡Menuda pintaza! Besos :D

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  3. Gracias Margarita, de eso se trataba precisamente. De intentar acercar al maestro, he puesto todos mis recursos disponibles. Lo cierto es que me está encantando el proyecto.

    Besos, Ricardo.

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